Mi pacata Clara se puso oscura. Y no conmigo (pt 7).
Ya instalado en un hotel alejado el vino apuraba mi calentura mirando a mi esposa bailando en tanga y corpiño, sola en casa, me sacudía la verga y también mi mente tenía espacio para fantasear.
Por un lado me resistía hasta la locura saber que le permití al engreído de Federico que Clara, mi mujer, fuera su regalo de cumpleaños -hoy el amigo de mi hijo llegaba a sus 18-. Quizás cuando estreché su mano para sellar el pacto veía lejano e imposible que Clara, a quien conozco desde sus vírgenes 19 años, puritana, pacata, asexuada, una heladera si de sexo hablamos, mujer por quien hice decenas, cientos, ¡miles! de biri-biris para arrimarla al morbo, a cruzar límites, a... a todo eso que uds también disfrutan. Ella ya tiene 37 por lo que llevamos casi 20 años juntos en los que todos mis intentos por encenderla terminaron en fracaso. El sexo para ella es como hacer pis: algo fisiológico que se materializa obligatoriamente o, como ocurrió con Hernán -el Fichu- nuestro hijo, para ser padres.
En uno de los capítulos pasados más o menos saqué la cuenta: creo que no completamos las 7 u 8 cogidas anuales. "Pará, sexópata" es su arma con la que consigue bajármela, enfriarme, hacerme sentir que nada la calienta y... poco a poco mis embates fueron espáciandose.
Pero desde el jueves pasado -solo hace dos dias- noche en la que mi hijo reunió a sus tres mejores amigos: el Chino, Andrés y el tal Federico, el líder del rebaño, el machito alfa quién, aprovechando que bajé a la bodega a buscar un vino -tarea que me lleva entre 6 y 8 minutos- se propasó con mi esposa, Clara. Le pidió mayonesa, ella fue a buscarla sin notar que él venía detrás, ella abrió la puerta de la heladera teniendo que agacharse ya que el sachet del aderezo se encontraba en el primer estante y en ese preciso momento,,, Federico le apoyó la pija en el culo sin pudores, sin pedir permiso. Ella, como dije, tiene algo con el sexo, un rechazo o un trauma por lo que esa acción extralimitada de ckaro atropello le provocó tal shock que no le permitió reaccionar, ni gritarle, ni empujarlo, ni pegarle una cachetada. Se quedó tiesa y el pendejo aprovechó. La tomó de la cintura mientras la traía hasta su verga, la separaba y volvía a arremeter. Como si se la garchara, vestida. Como mi esposa no salía de su conmoción, del estupor, Federico avanzó aún más; mientras con una mano seguía garchándola vestida, deslizó la otra debajo de su remera en tanto le corría el corpiño manoseándole primero su carnosa teta para luego detenerse en el pezón, el cual con suaves manoseos no tardó en endurecerse.
Todo terminó cuando escucharon que yo estaba volviendo por lo que Clara le advirtió "Fede, viene mi marido", cuatro palabras que no muestran enojo, desilusión, furia, humillación... tal cual me lo describió Federico: si mi mujer se estaba sintiendo ultrajada, como después me confesó, al escucharme venir podría haber sonado... como mi mujer. Tipo: "Bueno, ahi viene mi esposo. Si te ve asi te caga a piñas, caraduras de mierda". Siendo claros: ella no se sobresalta advirtiéndole que está llegando su socio, que no solo aparece para salvarla sino para darle un escarmiento. Pero "Fede, viene mi marido" claramente es algo que dicen dos que están de trampa consentida, mutua y ella le avisa a su compañero de engaño que "nos conviene cuidarnos de que no nos descubra".
Pero desde el jueves pasado -solo hace dos dias- noche en la que mi hijo reunió a sus tres mejores amigos: el Chino, Andrés y el tal Federico, el líder del rebaño, el machito alfa quién, aprovechando que bajé a la bodega a buscar un vino -tarea que me lleva entre 6 y 8 minutos- se propasó con mi esposa, Clara. Le pidió mayonesa, ella fue a buscarla sin notar que él venía detrás, ella abrió la puerta de la heladera teniendo que agacharse ya que el sachet del aderezo se encontraba en el primer estante y en ese preciso momento,,, Federico le apoyó la pija en el culo sin pudores, sin pedir permiso. Ella, como dije, tiene algo con el sexo, un rechazo o un trauma por lo que esa acción extralimitada de ckaro atropello le provocó tal shock que no le permitió reaccionar, ni gritarle, ni empujarlo, ni pegarle una cachetada. Se quedó tiesa y el pendejo aprovechó. La tomó de la cintura mientras la traía hasta su verga, la separaba y volvía a arremeter. Como si se la garchara, vestida. Como mi esposa no salía de su conmoción, del estupor, Federico avanzó aún más; mientras con una mano seguía garchándola vestida, deslizó la otra debajo de su remera en tanto le corría el corpiño manoseándole primero su carnosa teta para luego detenerse en el pezón, el cual con suaves manoseos no tardó en endurecerse.
Todo terminó cuando escucharon que yo estaba volviendo por lo que Clara le advirtió "Fede, viene mi marido", cuatro palabras que no muestran enojo, desilusión, furia, humillación... tal cual me lo describió Federico: si mi mujer se estaba sintiendo ultrajada, como después me confesó, al escucharme venir podría haber sonado... como mi mujer. Tipo: "Bueno, ahi viene mi esposo. Si te ve asi te caga a piñas, caraduras de mierda". Siendo claros: ella no se sobresalta advirtiéndole que está llegando su socio, que no solo aparece para salvarla sino para darle un escarmiento. Pero "Fede, viene mi marido" claramente es algo que dicen dos que están de trampa consentida, mutua y ella le avisa a su compañero de engaño que "nos conviene cuidarnos de que no nos descubra".
Estaba cavilando todo esto, desnudo en el hotel, medio borracho y meta pajearme asi que, en ese estado de distracción había dejado el celular sobre la cama, desde donde seguía sonando la música del disco que Clara había elegido.
Luego de acabar en mi panza y realizar un acto morboso en el que le pasé tres dedos a mi propia leche y la probé -nunca lo había hecho- tomé el celular para ver en que andaba Clara. Las 5 cámaras estaban en la pantalla pero ella no se veía en ninguna. La 1 y la 2 cubrían todo el comedor, la 3 nuestra habitación, la 4 el baño y la 5 el jardín con piscina. Miré cada una y ni noticias de mi mujer. ¿A ver la hora? 19.45. La acción empezaría, según Federico, a las 22.30, cuando él, a escondidas, se las tomaba de la fiesta de su propio cumpleaños que tuvo la picardía de armarla en una quinta que le prestó un tio tan lejana que si no tenías auto, estabas frito ya que quedaba como a 25 km de la ciudad en un barrio paquete.
De golpe, veo en la cámara 1 una sombra que se acerca. Dicho dispositivo estaba ubicado hacia adentro de la casa y desde donde descubrí movimientos coincidía con la entrada a mi bodega. Hasta que "la sombra" fue captada en su totalidad, cuando Clara, regresaba del lugar de mis vinos con una botella en la mano y una copa en la otra. ¿Cómo? Si releen algunos capítulos ya saben: mi esposa es un avión de lo buena que está, una yegua por fuera y una tortuga por dentro. No quiere sexo, no toma alcohol, no se viste sexy y en 2 dias reconoce que está mojada todo el tiempo, no solo me acompañaba con alguna copita, no. Ella misma fue a buscar emborracharse. Y ¿su atuendo? una tanga mínima y un soutién que solo le tapa los pezones. El culo al aire, descalza, bailando, a lo que le suma tomarse una -al menos- botella de vino. En 2 horas y media llega Fede, con la excusa de charlar, de disculparse pero este borrego pedante la tiene servida con una papita en
la boca...
Ver a mi esposa, como ya dije, a quien conozco desde hace casi 2 décadas, bailando en casa casi desnuda, descalza -sus pies son mi fetiche- emborrachándose, y todavía faltaba la visita sorpresa... eran demasiados estímulos nuevos para no querer otra paja. Me serví una copa llena de tinto, me senté en el piso con el celular al lado y comencé a sacudirme la chota. La imagen de Clara sirviendose vino, tomando la copa con la delicadeza que la caracteriza y bebiendo de a sorbos cortos me producia más calentura que la mejor porno... acabé y seguro que por el vino... me dejé llevar por un leve sueño... me dormi ahi en el piso.
No se cuánto tiempo pasó, pero me costó ubicarme en tiempo, espacio y situación al despertar. "¡Clara!" dije. Tomé el celular desesperado pero pude suspirar aliviado. En las cámaras, solo mi esposa. La hora: 22:26 asi que el niñato seductor llegaría en breve.
¿Que actitud tomaría mi mujer? Sorpresa. Miedo. ¿A esa hora, quien podría ser? Ella, semidesnuda, borracha, provocativa. A la distancia no podía asegurar pero en mi cabeza se escuchaba un ruego: que también esté regalada. Ya estaba tan caliente por tanto morbo, por culpa del pacto turbio, por saber si realmente lo que me pasó hoy cuando le metí los dedos y me explotó el bocho al verla tan excitada, con su concha repartiendo chorros se repetiría si quien la emputece es otro, ¡Sentí el timbre de casa que desde mi celular! Las cámaras del comedor, la 1 y la 2, no enfocan la puerta, mi ansiedad era una piraña que me devoraba la carne... ¿había llegado el momento al fin? Para escuchar mejor sin que ningún ruido de mi entorno -en el hotel- me haga perder los diálogos me pongo los auriculares. La ansiedad me estaba garchando.
la boca...
Ver a mi esposa, como ya dije, a quien conozco desde hace casi 2 décadas, bailando en casa casi desnuda, descalza -sus pies son mi fetiche- emborrachándose, y todavía faltaba la visita sorpresa... eran demasiados estímulos nuevos para no querer otra paja. Me serví una copa llena de tinto, me senté en el piso con el celular al lado y comencé a sacudirme la chota. La imagen de Clara sirviendose vino, tomando la copa con la delicadeza que la caracteriza y bebiendo de a sorbos cortos me producia más calentura que la mejor porno... acabé y seguro que por el vino... me dejé llevar por un leve sueño... me dormi ahi en el piso.
No se cuánto tiempo pasó, pero me costó ubicarme en tiempo, espacio y situación al despertar. "¡Clara!" dije. Tomé el celular desesperado pero pude suspirar aliviado. En las cámaras, solo mi esposa. La hora: 22:26 asi que el niñato seductor llegaría en breve.
¿Que actitud tomaría mi mujer? Sorpresa. Miedo. ¿A esa hora, quien podría ser? Ella, semidesnuda, borracha, provocativa. A la distancia no podía asegurar pero en mi cabeza se escuchaba un ruego: que también esté regalada. Ya estaba tan caliente por tanto morbo, por culpa del pacto turbio, por saber si realmente lo que me pasó hoy cuando le metí los dedos y me explotó el bocho al verla tan excitada, con su concha repartiendo chorros se repetiría si quien la emputece es otro, ¡Sentí el timbre de casa que desde mi celular! Las cámaras del comedor, la 1 y la 2, no enfocan la puerta, mi ansiedad era una piraña que me devoraba la carne... ¿había llegado el momento al fin? Para escuchar mejor sin que ningún ruido de mi entorno -en el hotel- me haga perder los diálogos me pongo los auriculares. La ansiedad me estaba garchando.
Clara: "¿Quién es?"
Federico: "Hola, Clara. Soy Fede. ¿Están ocupados?" (simulando no saber de mi ausencia)
Yo solo podía escucharlos. La puta madre.
Clara: "¿Que hacés acá a esta hora? ¿Y tu fiesta?"
Federico: "Estuve reflexionando un rato y necesitaba verte urgente para darte mis disculpas a vos y a Luis"
Clara: "Luis no está, viajó. Estoy sola" (¿excusa para que se vaya o carnada para tentarlo?)
Federico: "Clara. El objeto de mi proceder fuiste vos. Me parecía honesto hablar con ambos pero mi necesidad es contigo". El pendejo pedante actuaba esforzándose por que su voz culposa le provocara la mayor compasión a mi mujer. "Por favor ¿me hacés pasar? Manejé desde la quinta en donde estábamos de fiesta, mi fiesta, porque la culpa y la necesidad de resarcirme me estaban matando. Fijate, Clara. Dejé el festejo de mmi cumpleaños para mirarte a los ojos, rogarte que tengas piedad y me eximas del dolor que me está quemando"
Que sorete chamuyero se volvió este guachito. Habla florido, dice lo que querés escuchar si su intención es ganarte y lo opuesto si lo que busca de vos es que la pases mal.
Clara hace silencio unos segundos y la ansiedad de Federico ataca de nuevo:
Federico: "Se que quizás no merezca que me dispenses unas disculpas. No vine a ganar. Si me echás, lo voy a entender. Pero escuchame: vine por vos y por mi ¿entendés? Por lo mal que te hice sentir y por lo horrible que me siento ahora".
Clara, emocionada, entra en su juego sin querer: "Esperame unos minutos Fede, Ya vengo".
Por la cámara 2 la veo ir a nuestro cuarto, tomar una bata mia -más amplia que la suya- y fijarse si la cubría bien. Escucho que piensa en voz alta. "La puta madre, tendría que cambiarme completa: ponerme otra tanga, otro corpiño, jeans, una remera, una camisa encima y zapatillas.... pero voy a tardar como 20 minutos. Espero que esta bata cumpla el papel de "estas no son horas de venir, me iba a acostar". Pero, pobre, me da pena oirlo asi".
Federico: "Hola, Clara. Soy Fede. ¿Están ocupados?" (simulando no saber de mi ausencia)
Yo solo podía escucharlos. La puta madre.
Clara: "¿Que hacés acá a esta hora? ¿Y tu fiesta?"
Federico: "Estuve reflexionando un rato y necesitaba verte urgente para darte mis disculpas a vos y a Luis"
Clara: "Luis no está, viajó. Estoy sola" (¿excusa para que se vaya o carnada para tentarlo?)
Federico: "Clara. El objeto de mi proceder fuiste vos. Me parecía honesto hablar con ambos pero mi necesidad es contigo". El pendejo pedante actuaba esforzándose por que su voz culposa le provocara la mayor compasión a mi mujer. "Por favor ¿me hacés pasar? Manejé desde la quinta en donde estábamos de fiesta, mi fiesta, porque la culpa y la necesidad de resarcirme me estaban matando. Fijate, Clara. Dejé el festejo de mmi cumpleaños para mirarte a los ojos, rogarte que tengas piedad y me eximas del dolor que me está quemando"
Que sorete chamuyero se volvió este guachito. Habla florido, dice lo que querés escuchar si su intención es ganarte y lo opuesto si lo que busca de vos es que la pases mal.
Clara hace silencio unos segundos y la ansiedad de Federico ataca de nuevo:
Federico: "Se que quizás no merezca que me dispenses unas disculpas. No vine a ganar. Si me echás, lo voy a entender. Pero escuchame: vine por vos y por mi ¿entendés? Por lo mal que te hice sentir y por lo horrible que me siento ahora".
Clara, emocionada, entra en su juego sin querer: "Esperame unos minutos Fede, Ya vengo".
Por la cámara 2 la veo ir a nuestro cuarto, tomar una bata mia -más amplia que la suya- y fijarse si la cubría bien. Escucho que piensa en voz alta. "La puta madre, tendría que cambiarme completa: ponerme otra tanga, otro corpiño, jeans, una remera, una camisa encima y zapatillas.... pero voy a tardar como 20 minutos. Espero que esta bata cumpla el papel de "estas no son horas de venir, me iba a acostar". Pero, pobre, me da pena oirlo asi".
Todo esto me aclaró una de las dudas: Clara y Federico no habían arreglado que me ausente y eso me tranquilizó. ¿Pero soy boludo? ¿Cuán tranquilo puedo estar con ese borrego chamuyero llorándole a la sensibilidad de mi mujer?
Escucho el ruido de las llaves y la puerta que se abre.
Clara: "Eh, Fede. ¿Que hacés?" La concha de la lora. No podía ver la puerta. ¿Que hacía ese turro?
Federico: "Quería abrazarte fuerte, fuerte, Clara. Te conozco desde que tengo 10 años y fuiste como mi mamá, muchísimas veces, Necesitaba abrazarte, ¿Te molestó?"
Clara: "No. Parece que siempre de vos voy a recibir... sorpresas. Me tomó desprevenida tu abrazo tan cálido y apretado".
Mientras charlaban se iban acercando a la mesa del comedor por lo que ya podía visibilizarlos. El pendejo se había ido fachero: musculosa con sus tubos visibles, adornados por tatuajes, muchos tatuajes. Un jean tan apretado que le marcaba la pija, la que parecía ser larga, porque daba algunas vueltas. Encima de que era alto, más que la media de los pibes de 17 o 18 años, tenía un cuerpo tallado por el gimnasio y además, los tattooes le daban un aire de adulto de 28 o 29 años.
Federico, al ver la botella casi vacía: "¿Luis se tomó este vino y salió?" preguntó. "Porque... ¿vos no tomás alcohol o si?". Parece que ya había actuado bastante el papel de arrepentido hasta que logró entrar y ahora canchereaba.
Clara: "No, no acostumbro. Pero Luis me convidó... justamente el jueves pasado, porque me vió tan mal. Y anoche le pedi de repetir. Bueno, el viajó a La Pampa por el trabajo. Asi que estaba sola y me pareció que si me caía mal o vomitaba o decía estupideces no habría testigos".
Los dos rieron al unísono, como quienes comparten un secreto.
Federico: "En esta botella hay un restito, para dos copas.... nos vamos a quedar con ganas de más, Clara. ¿Te parece bien si traés otra que nos acompañe en la charla?".
Clara: "Fede, cuando tomo, me duermo. Y casi me bajé una botella sola. Si sigo tomando no vas a poder cumplir con tu necesidad de hablar conmigo porque voy a estar desmayada".
Volvieron a reir. El pendejo iba creando clima de complicidad. Y mi esposa lo acompañaba.
Federico: "Como que me llamo Federico te aseguro que hoy no te vas a dormir, porque tenés que sentir lo importante que es esta noche para mi, para redimirme con vos, amiga. Dale. Ve por otra botella en tanto yo nos sirvo una copa a cada uno asi terminamos esta. ¿Dale? ¿Lo hacés por Fede, amiga?".
¿Amiga? pensé. ¿Que trama?
Clara: "Bueno voy." Sonríe denotando sentirse cómoda. "Me gusta que me digas amiga".
Federico aprovechó que estaba entrando en confianza, mi esposa se había parado para ir por el vino, dándole la espalda, él la alcanzó, la tomó de un brazo, la hizo girar hacia él y la abrazo fuerte.
Federico: "Te quiero y te agradezco esta oportunidad, amiga mia".
Clara, disfrutando el apretón de cuerpos, se quedó abrochada unos segundos que, para mi, fueron demasiados. Ella también lo abrazó, por la cintura -es alto y de espaldas anchas- y veo como mi mujer -como hacen los gatos- mueve la cabeza sobre el cuerpo del guacho, como mimándose ella en su pecho, mientras lo mimaba a él.
Clara retoma el camino a la bodega mientras le dice: "Sos loco, Fede, ¿eh? Hoy es un dia especial para vos, tu cumpleaños número 18 y en vez de estar festejando..."
Federico la interrumpe: "Estoy con mi amiga, Clara, a la que le debo mucho además de disculpas. Estoy con la persona con la que elegí estar hoy, no hay mejor regalo en mi cumpleaños que tu perdón".
Clara, visiblemente emocionada, le dice bajito "Ay, boludo, que tierno" y ahora es ella quien lo abraza. Federico aprovecha, le acaricia el pelo y mete sus dedos entre los cabellos de la nuca, haciéndo primero como si le rascara la cabeza pero luego, ya con la nuca sometida a su mano, le aparta la cabeza de su pecho poniéndola frente a su propio rostro. Quedaron los dos mirándose, cara a cara, a menos de 15 cm. Ella dejándose manejar por Federico no evaluó los riesgos. Si el pendejo se lo proponía empujaba su cabeza hacia él y se la habría chapado ya que con la fuerza que el pendejo ostenta, Clara por más fuerza que empleara para separarse no hubiese podido. Pero Federico la soltó y la dejó ir.
Yo lo veía claramente desde la cámara 1, sus movimientos, sus gestos de ganador me daban rabia. Cuando Clara sale de la sala y baja a la bodega el pendejo va a la cocina por otra copa, sirve el resto del vino que mi mujer estaba bebiendo y ahí vi su jugada. Mete la mano en el bolsillo trasero del jean y saca una bolsa con un polvo blanco. No hacía falta saber más. Federico llevó merca a mi casa, esa era la llave que abriría la resistencia de Clara ya que enseguida vi sus intenciones: volcó mas de media bolsa en el vaso de vino de mi mujer, mientras él sacaba un poco con la uña de su dedo meñique y arrimándolo a una de sus fosas, se daba un saque.
Ese era su plan. Ese era su truco mágico: merquear a Clara. Empecé a dar vueltas, desorientado ¿qué hago? Si yo fuera otra clase de esposo ya estaba yendo para casa a cagarlo a palazos. Pero desde hacia dos dias que venia caliente, esperando esta noche, ese encuentro y me dió morbo el hecho de ver a mi mujer bajo el efecto de la cocaína.
Escucho el ruido de las llaves y la puerta que se abre.
Clara: "Eh, Fede. ¿Que hacés?" La concha de la lora. No podía ver la puerta. ¿Que hacía ese turro?
Federico: "Quería abrazarte fuerte, fuerte, Clara. Te conozco desde que tengo 10 años y fuiste como mi mamá, muchísimas veces, Necesitaba abrazarte, ¿Te molestó?"
Clara: "No. Parece que siempre de vos voy a recibir... sorpresas. Me tomó desprevenida tu abrazo tan cálido y apretado".
Mientras charlaban se iban acercando a la mesa del comedor por lo que ya podía visibilizarlos. El pendejo se había ido fachero: musculosa con sus tubos visibles, adornados por tatuajes, muchos tatuajes. Un jean tan apretado que le marcaba la pija, la que parecía ser larga, porque daba algunas vueltas. Encima de que era alto, más que la media de los pibes de 17 o 18 años, tenía un cuerpo tallado por el gimnasio y además, los tattooes le daban un aire de adulto de 28 o 29 años.
Federico, al ver la botella casi vacía: "¿Luis se tomó este vino y salió?" preguntó. "Porque... ¿vos no tomás alcohol o si?". Parece que ya había actuado bastante el papel de arrepentido hasta que logró entrar y ahora canchereaba.
Clara: "No, no acostumbro. Pero Luis me convidó... justamente el jueves pasado, porque me vió tan mal. Y anoche le pedi de repetir. Bueno, el viajó a La Pampa por el trabajo. Asi que estaba sola y me pareció que si me caía mal o vomitaba o decía estupideces no habría testigos".
Los dos rieron al unísono, como quienes comparten un secreto.
Federico: "En esta botella hay un restito, para dos copas.... nos vamos a quedar con ganas de más, Clara. ¿Te parece bien si traés otra que nos acompañe en la charla?".
Clara: "Fede, cuando tomo, me duermo. Y casi me bajé una botella sola. Si sigo tomando no vas a poder cumplir con tu necesidad de hablar conmigo porque voy a estar desmayada".
Volvieron a reir. El pendejo iba creando clima de complicidad. Y mi esposa lo acompañaba.
Federico: "Como que me llamo Federico te aseguro que hoy no te vas a dormir, porque tenés que sentir lo importante que es esta noche para mi, para redimirme con vos, amiga. Dale. Ve por otra botella en tanto yo nos sirvo una copa a cada uno asi terminamos esta. ¿Dale? ¿Lo hacés por Fede, amiga?".
¿Amiga? pensé. ¿Que trama?
Clara: "Bueno voy." Sonríe denotando sentirse cómoda. "Me gusta que me digas amiga".
Federico aprovechó que estaba entrando en confianza, mi esposa se había parado para ir por el vino, dándole la espalda, él la alcanzó, la tomó de un brazo, la hizo girar hacia él y la abrazo fuerte.
Federico: "Te quiero y te agradezco esta oportunidad, amiga mia".
Clara, disfrutando el apretón de cuerpos, se quedó abrochada unos segundos que, para mi, fueron demasiados. Ella también lo abrazó, por la cintura -es alto y de espaldas anchas- y veo como mi mujer -como hacen los gatos- mueve la cabeza sobre el cuerpo del guacho, como mimándose ella en su pecho, mientras lo mimaba a él.
Clara retoma el camino a la bodega mientras le dice: "Sos loco, Fede, ¿eh? Hoy es un dia especial para vos, tu cumpleaños número 18 y en vez de estar festejando..."
Federico la interrumpe: "Estoy con mi amiga, Clara, a la que le debo mucho además de disculpas. Estoy con la persona con la que elegí estar hoy, no hay mejor regalo en mi cumpleaños que tu perdón".
Clara, visiblemente emocionada, le dice bajito "Ay, boludo, que tierno" y ahora es ella quien lo abraza. Federico aprovecha, le acaricia el pelo y mete sus dedos entre los cabellos de la nuca, haciéndo primero como si le rascara la cabeza pero luego, ya con la nuca sometida a su mano, le aparta la cabeza de su pecho poniéndola frente a su propio rostro. Quedaron los dos mirándose, cara a cara, a menos de 15 cm. Ella dejándose manejar por Federico no evaluó los riesgos. Si el pendejo se lo proponía empujaba su cabeza hacia él y se la habría chapado ya que con la fuerza que el pendejo ostenta, Clara por más fuerza que empleara para separarse no hubiese podido. Pero Federico la soltó y la dejó ir.
Yo lo veía claramente desde la cámara 1, sus movimientos, sus gestos de ganador me daban rabia. Cuando Clara sale de la sala y baja a la bodega el pendejo va a la cocina por otra copa, sirve el resto del vino que mi mujer estaba bebiendo y ahí vi su jugada. Mete la mano en el bolsillo trasero del jean y saca una bolsa con un polvo blanco. No hacía falta saber más. Federico llevó merca a mi casa, esa era la llave que abriría la resistencia de Clara ya que enseguida vi sus intenciones: volcó mas de media bolsa en el vaso de vino de mi mujer, mientras él sacaba un poco con la uña de su dedo meñique y arrimándolo a una de sus fosas, se daba un saque.
Ese era su plan. Ese era su truco mágico: merquear a Clara. Empecé a dar vueltas, desorientado ¿qué hago? Si yo fuera otra clase de esposo ya estaba yendo para casa a cagarlo a palazos. Pero desde hacia dos dias que venia caliente, esperando esta noche, ese encuentro y me dió morbo el hecho de ver a mi mujer bajo el efecto de la cocaína.
Federico vió que sobre la mesa había una cajita de madera debajo de unas revistas, abrió la tapa y puso la merca ahi, más al alcance de su mano.
Veo que se para, por lo que supongo que Clara ya estaba entrando al comedor y cuando la cámara 2 la toma por completo me doy cuenta que traía ¡dos botellas en vez de una! Mi cuerpo sintió la fiebre de los celos entremezclada con el calor y sudor sexual. Tenía desconfianza del trato que mi mujer le dispensaba al que hace dos noches le provocó llantos, depresión, angustia, desilusión... pero ni ella lo dudó: también el pendejo la confundió, la disfrutó y ella se dejó disfrutar, la usó y ella tomó el papel de sumisa y ya ven: desde ese momento, Clara estaba mutando... de a poco... pero yo lo notaba.
Federico, alcanzándole la copa con el vino y la merca: "¿Te animás a un fondo blanco?"
Clara: "Probemos, pero si te vomito encima, te la bancás ¿eh?". Volvieron a reir juntos, cómplices, como si ambos tuviesen la misma edad, tal era la empatía que se tenían. El pendejo esperó a que ambos terminaran de beber y aprovechando que ya la sustancia estaba dentro de mi mujer sin pudor le contesta "Si me vomitás encima, me saco toda la ropa y me la lavás, mínimo".
Clara hizo silencio, sonrojada, bajó la mirada al piso. Aún para ella, en ese estado, compartiendo a solas unos vinos con ese chico que, estoy seguro, algo le despertaba, desnuda debajo de una bata que poco podía protejerla, lo que Federico insinuó era mucho, demasiado para ella.
Federico iba por más. "Ah, amiga. Y hablando de ropa. Hermosos los regalos. ¿Viste? Tengo el collar puesto".
Clara: "Si! Recién me doy cuenta. Entre la sorpresa de tu visita, correr a vestirme para abrirte, el efecto del vino, tus palabras cariñosas... no te vi el cuello".
No, pensé yo. Le miraste la serpiente enroscada que se vislumbra por lo apretado del pantalón.
Federico toma la voz de mando: "Pará, pará, pará. ¿Dijiste "el vestirme para abrirme"? No me digas que estabas desnuda".
Clara ya empezaba a desinhibirse fruto de la merca, asi que en vez de hacer silencio como acostumbraba cuando se tocaban estos temas le contestó "No, Fede. Ayer en el mismo lugar en el que te compramos la remera y el boxer o sea, el equipo de ropa para dormir, aproveché y renové mi ropa interior. Me traje dos tangas y dos soutiens y hace un rato después de ducharme, me probé uno de los dos conjuntos y me quedé asi, bailando, descalza."
Federico: "Y tomando vino".
Clara, siguiéndo al lider de la manada: "Y tomando vino".
Federico: "¿Abro una de las botellas y brindamos porque estoy arrepentido, por tu perdón, por esta nueva amistad a la que le veo un gran futuro?"
Clara, ya merqueada: "Dale. Traé el sacacorchos. Ya conocés cada rincón de esta casa, Fede ¡Si venis desde que tenías 10 años!"
Federico, corriendose los breteles de la musculosa y mostrándole como sus brazos se hinchaban y con esos tatuajes se volvian revistosos y poderosos le dice: "Pero amiga. Mirame" le muestra su musculatura "¿Me parezco a aquel Fede de 10 años?"
Clara, ya merqueada: "Dale. Traé el sacacorchos. Ya conocés cada rincón de esta casa, Fede ¡Si venis desde que tenías 10 años!"
Federico, corriendose los breteles de la musculosa y mostrándole como sus brazos se hinchaban y con esos tatuajes se volvian revistosos y poderosos le dice: "Pero amiga. Mirame" le muestra su musculatura "¿Me parezco a aquel Fede de 10 años?"
Clara se rió con lascivia. La merca le anulaba la verguenza y se animó a realizar este monólogo en el que utilizó términos que jamás escuché de su boca: "Aquél Fede ¿me hubiera apoyado la verga en el culo? ¿Me manipularía tomándome de la cintura llevándome y trayendome para que mi culo sienta como le crecía la pija con cada bombeada y sus huevos me pegaban en la concha? Aquél Fede, de 10 años, me manosearía una de mis tetas haciéndola suya y me estimularía el pezón hasta que se vuelva como una roca?"
Yo, en el hotel. Desnudo, lleno de olor a leche por las pajas que me hice, borracho porque ya estaba dándole a la 2da botella, excitado porque después de 20 años de chocar contra los muros antisexo que mi esposa había levantado, al fin me daba cuenta lo que a Clara le excitaba. Nada de preguntas: "¿Querés que...?" ó "¿Que te parece si...?". No. Mi esposa era hija del rigor. Por eso Federico la inmovilizó el jueves. Seguramente en un principio le pareció una falta total de respeto, pero la acabo de escuchar, usando al Fede de 10 años para compararlo con este Fede, musculoso, dominante, medio macho alfa, tan desprejuiciado que prácticamente abusó de ella... descubriendo como excitar a mi mujer. Actuar sin pedir permiso.
Federico tomó el interrogatorio de Clara, llegando desde la cocina después de descorchar el vino y con las copas ya servidas - no hay cámara en la cocina pero me juego las tripas que volvió a ponerle merca al trago de mi esposa- y redobla el temario que mi esposa le había enumerado y al tiempo que Clara bebe el vino con cocaína jugándose el todo por el todo le pregunta crudamente: "Y aquél Fede de 10 años, que venía a tomar la leche con el Fichu que nos preparaba su mamá ¿alguna vez te confesó que se muere por darte su propia leche?". Y se detuvo, a ver como mi mujer reaccionaba.
Clara, otra vez impávida, se toma un largo trago de ese vino apócrifo sin saber que contenía una sustancia que en un rato la transformaría en una brasa hirviendo como jamás imaginó que podía sentirse.
Como Clara no se ofendió, Federico avanzó 10 pasos más: "Y aquél Fede, de 10 añitos ¿hubiese venido a tu casa, un sábado a las 10 y pico de la noche, justo el dia en que festejaba pasar de pendejo a semiadulto, en una clarísima demostración de que te elige a vos por encima de cualquier otra persona, sea amigo, minita, pariente, padre, madre?" y cambiando el tono amable y educado se sincera "Vine, guacha hermosa, porque desde que me fui haciendo hombrecito y empecé a interesarme por el sexo femenino, soñé y deseé que el mejor y único regalo que merezco recibir al cumplir los 18 es que mi amiga Clara pase una noche de sexo conmigo, hacerla gozar como nadie pudo, abrirle la mente como ella necesita, disfrutar de ese cuerpo, esa piel, esa boca, esos ojos, ese pelo, tus manos y piés perfectos sin dejar de halagarte todo lo que describí mientras mis halagos se mezclan con tus gemidos, con tus gritos por cada orgasmo que vamos a crear juntos. Clara. Aquél Fede de 10 años ¿te caía mejor que este Fede de 18 años?".
Yo, en el hotel. Desnudo, lleno de olor a leche por las pajas que me hice, borracho porque ya estaba dándole a la 2da botella, excitado porque después de 20 años de chocar contra los muros antisexo que mi esposa había levantado, al fin me daba cuenta lo que a Clara le excitaba. Nada de preguntas: "¿Querés que...?" ó "¿Que te parece si...?". No. Mi esposa era hija del rigor. Por eso Federico la inmovilizó el jueves. Seguramente en un principio le pareció una falta total de respeto, pero la acabo de escuchar, usando al Fede de 10 años para compararlo con este Fede, musculoso, dominante, medio macho alfa, tan desprejuiciado que prácticamente abusó de ella... descubriendo como excitar a mi mujer. Actuar sin pedir permiso.
Federico tomó el interrogatorio de Clara, llegando desde la cocina después de descorchar el vino y con las copas ya servidas - no hay cámara en la cocina pero me juego las tripas que volvió a ponerle merca al trago de mi esposa- y redobla el temario que mi esposa le había enumerado y al tiempo que Clara bebe el vino con cocaína jugándose el todo por el todo le pregunta crudamente: "Y aquél Fede de 10 años, que venía a tomar la leche con el Fichu que nos preparaba su mamá ¿alguna vez te confesó que se muere por darte su propia leche?". Y se detuvo, a ver como mi mujer reaccionaba.
Clara, otra vez impávida, se toma un largo trago de ese vino apócrifo sin saber que contenía una sustancia que en un rato la transformaría en una brasa hirviendo como jamás imaginó que podía sentirse.
Como Clara no se ofendió, Federico avanzó 10 pasos más: "Y aquél Fede, de 10 añitos ¿hubiese venido a tu casa, un sábado a las 10 y pico de la noche, justo el dia en que festejaba pasar de pendejo a semiadulto, en una clarísima demostración de que te elige a vos por encima de cualquier otra persona, sea amigo, minita, pariente, padre, madre?" y cambiando el tono amable y educado se sincera "Vine, guacha hermosa, porque desde que me fui haciendo hombrecito y empecé a interesarme por el sexo femenino, soñé y deseé que el mejor y único regalo que merezco recibir al cumplir los 18 es que mi amiga Clara pase una noche de sexo conmigo, hacerla gozar como nadie pudo, abrirle la mente como ella necesita, disfrutar de ese cuerpo, esa piel, esa boca, esos ojos, ese pelo, tus manos y piés perfectos sin dejar de halagarte todo lo que describí mientras mis halagos se mezclan con tus gemidos, con tus gritos por cada orgasmo que vamos a crear juntos. Clara. Aquél Fede de 10 años ¿te caía mejor que este Fede de 18 años?".
Clara no solo estaba anonadada. Su concha desbordaría flujo como si imitara a un volcán derramando lava. No podía afirmarlo porque estábamos a un par de kilómetros y necesitaba tocarla para medir el grado de calentura que salía en forma líquida por su cueva. Pero por su forma de refregar el culo en la silla con cada frase de Federico no hacía falta hacer un master en calentura femenina para saber que significa cuando una hembra hace eso. Clara estaba mutando tan rápidamente que no le daba vergüenza las alusiones sexuales en las que Federico hábilmente la involucraba a ella y a él, juntos. En otro gesto de lucidez táctica había abierto el vino en la cocina y ahi lo dejó para meterle el polvo sin que ella lo vea.
Mi esposa le dió su copa vacía para que él se la vuelva a llenar pero le aseguro que la forma en la que se lo pidió sonó casi a un ruego el que podía traducirse sin errores en "vos marcás las reglas y yo estoy acá para cumplirlas". Con una voz temblorosa la cual era una combinación perfecta de calentura sexual con temor el que posiblemente mi esposa padecía al darse cuenta que estaba experimentando una especie de transmutación le rogó: "Por favor, servime más Fede, que tengo la boca reseca". El pendejo había recibido, sin que ella se diera cuenta, un centro para rematarla haciéndole una pregunta ultra sexual que los acercaría filialmente y era el pasaje directo a la cama, pero prefirió drogarla más. Volvió con la copa de Clara y apenas se la dió, mi esposa, desenfrenada, bebió hasta la mitad de un tirón. El la miró y dulcemente le preguntó si este encuentro le hacía bien o mal.
Clara, con evidentes muestras de que la merca la estaba poniendo en un lugar que jamás había visitado se tomó otro trago de vino y cocaina y envalentonada, sin que supiera las razones verdaderas, contesta con otra pregunta. "¿Por qué me sentiría mal?".
Federico, siguiendo su acting de hombre rudo pero sensible responde; "Yo te conozco, bebé. No sos una persona que entabla conversaciones de este tipo, todo lo contrario: les huís porque no solo te da pudor los tópicos sexuales también brotan naturalmente denominaciones nada académicas".
Clara: "¿Debería estar avergonzada, Fede?" consultó con sarcasmo mientras no cesaba de refregarse contra el asiento de la silla.
Federico, dispuesto a que mi mujer desnude todo el sexo que tenía escondido le repreguntó: "¿Estás avergonzada, Clara?"
Clara: "No. Estoy empoderada. Como alguien que avanza por un camino que de golpe se pone intransitable y no le interesa, solo tiene en mente ir para el lado que va. ¿Sabés? Nunca me sentí asi de... libre, desprejuiciada, aventurera..."
Federico la interrumpe: "Valiente, bebé. Asi te sentís: valiente".
Ella se yerge permaneciendo sentada, sorprendida porque Federico definió su estado con exactitud.
Federico: "¿Estoy en lo correcto?"
Clara, con una voz de merquera total: "Totalmente, guacho". Y no solo empleó ese término que no formaba parte de su léxico. Se arrimó hacia él por sobre la mesa, casi reptando -sus tetas la hacian rebotar- y con las dos manos mi esposa le agarró el brazo izquierdo, el más tatuado. "Como cambió el Fede de 10 años, eh?" mientras media el tamaño de sus músculos.
Federico: "El Fede actual se muere por devolverle a la mamá de Fichu parte de la leche que ella le sirvió. Pero necesito saber si me perdonaste"
Clara: "Ay Fede de 18 años. Mirá la hora: 11.15. No vas a encontrar almacenes abiertos para comprar leche" deslizó sin detener su culo fregando contra la silla.
Federico: "Necesito saber si me perdonaste, bebé"
Clara: "¿Perdonarte... que cosa. Fede de 18 años?"
Él se aleja un poco como para observarla en perspectiva y le pregunta manteniendo el doble sentido y la tensión sexual "¿Decidiste olvidar lo que ocurrió el jueves ó no hace falta perdonarme... porque te hice experimentar sensaciones eróticas inéditas?"
Clara, especialista en cambiar de tema, le extiende la copa: "Señor Fede de 18 años, de músculos y tatuajes sexies ¿sería tan amable de servirme otra copa?"
Federico, tomando el toro por las astas le pregunta con doble intención, retomando el centro que dejó pasar en el trago anterior ya que la quería bien drogada, desinhibida, arriesgada: "¿Todavía tenés la boca seca, guacha preciosa?"
Clara: "Si."
Federico, kamikaze: "¿Será que toda la humedad que produce tu cuerpo está emanando por tu entrepierna?"
Clara, desbarrancando: "¿Cómo sabés si no tocaste?"
Federico: "Estrenaste la tanga nueva con un volcán de fluidos, líquidos, sudor, secreciones varias ¿No, bebé?"
Clara: "Si. Hace un par de dias que mi concha se la pasa expulsando líquidos, en cantidad y casi todo el tiempo"
Mi esposa le dió su copa vacía para que él se la vuelva a llenar pero le aseguro que la forma en la que se lo pidió sonó casi a un ruego el que podía traducirse sin errores en "vos marcás las reglas y yo estoy acá para cumplirlas". Con una voz temblorosa la cual era una combinación perfecta de calentura sexual con temor el que posiblemente mi esposa padecía al darse cuenta que estaba experimentando una especie de transmutación le rogó: "Por favor, servime más Fede, que tengo la boca reseca". El pendejo había recibido, sin que ella se diera cuenta, un centro para rematarla haciéndole una pregunta ultra sexual que los acercaría filialmente y era el pasaje directo a la cama, pero prefirió drogarla más. Volvió con la copa de Clara y apenas se la dió, mi esposa, desenfrenada, bebió hasta la mitad de un tirón. El la miró y dulcemente le preguntó si este encuentro le hacía bien o mal.
Clara, con evidentes muestras de que la merca la estaba poniendo en un lugar que jamás había visitado se tomó otro trago de vino y cocaina y envalentonada, sin que supiera las razones verdaderas, contesta con otra pregunta. "¿Por qué me sentiría mal?".
Federico, siguiendo su acting de hombre rudo pero sensible responde; "Yo te conozco, bebé. No sos una persona que entabla conversaciones de este tipo, todo lo contrario: les huís porque no solo te da pudor los tópicos sexuales también brotan naturalmente denominaciones nada académicas".
Clara: "¿Debería estar avergonzada, Fede?" consultó con sarcasmo mientras no cesaba de refregarse contra el asiento de la silla.
Federico, dispuesto a que mi mujer desnude todo el sexo que tenía escondido le repreguntó: "¿Estás avergonzada, Clara?"
Clara: "No. Estoy empoderada. Como alguien que avanza por un camino que de golpe se pone intransitable y no le interesa, solo tiene en mente ir para el lado que va. ¿Sabés? Nunca me sentí asi de... libre, desprejuiciada, aventurera..."
Federico la interrumpe: "Valiente, bebé. Asi te sentís: valiente".
Ella se yerge permaneciendo sentada, sorprendida porque Federico definió su estado con exactitud.
Federico: "¿Estoy en lo correcto?"
Clara, con una voz de merquera total: "Totalmente, guacho". Y no solo empleó ese término que no formaba parte de su léxico. Se arrimó hacia él por sobre la mesa, casi reptando -sus tetas la hacian rebotar- y con las dos manos mi esposa le agarró el brazo izquierdo, el más tatuado. "Como cambió el Fede de 10 años, eh?" mientras media el tamaño de sus músculos.
Federico: "El Fede actual se muere por devolverle a la mamá de Fichu parte de la leche que ella le sirvió. Pero necesito saber si me perdonaste"
Clara: "Ay Fede de 18 años. Mirá la hora: 11.15. No vas a encontrar almacenes abiertos para comprar leche" deslizó sin detener su culo fregando contra la silla.
Federico: "Necesito saber si me perdonaste, bebé"
Clara: "¿Perdonarte... que cosa. Fede de 18 años?"
Él se aleja un poco como para observarla en perspectiva y le pregunta manteniendo el doble sentido y la tensión sexual "¿Decidiste olvidar lo que ocurrió el jueves ó no hace falta perdonarme... porque te hice experimentar sensaciones eróticas inéditas?"
Clara, especialista en cambiar de tema, le extiende la copa: "Señor Fede de 18 años, de músculos y tatuajes sexies ¿sería tan amable de servirme otra copa?"
Federico, tomando el toro por las astas le pregunta con doble intención, retomando el centro que dejó pasar en el trago anterior ya que la quería bien drogada, desinhibida, arriesgada: "¿Todavía tenés la boca seca, guacha preciosa?"
Clara: "Si."
Federico, kamikaze: "¿Será que toda la humedad que produce tu cuerpo está emanando por tu entrepierna?"
Clara, desbarrancando: "¿Cómo sabés si no tocaste?"
Federico: "Estrenaste la tanga nueva con un volcán de fluidos, líquidos, sudor, secreciones varias ¿No, bebé?"
Clara: "Si. Hace un par de dias que mi concha se la pasa expulsando líquidos, en cantidad y casi todo el tiempo"
Federico se puso de rodillas a los pies de mi esposa que no paraba de pajearse con la silla. No le preguntó nada ni le pidió permiso -el hijo de perra descubrió que esa era la manera en la que Clara se sobreexcitaba- tomó los dos pliegues de la bata y con un solo movimiento se la abrió y al tratar de qutársela, le quedó colgando de sus hombros con lo cual mi mujer se veía muy sexie. Enseguida, al verle lo diminuta que era la tanga, la abrió de piernas y tanteó. "Ahora estoy tocando ¿ves que tenía razón?: tenes la concha mojada, la tanga empapada, la silla con un manchón y hasta la bata aspiró de tus jugos".
Clara, sin oponerse, pero jugando a "me hago la difícil" le reprocha: "¿Y mi copa de vino para mojar mi boca seca, Fede de 18 años?". El guacho no se demoró: le metió dos dedos en la concha, que ingresaron sin problemas dado que mi esposa estaba completamente empapada. La pajeó un poco. Clara trataba de no mostrarse caliente, reprimía gemidos, se mordía los labios pero los dedos... seguian ahi. Fede los sacó y tomándola nuevamente de la nuca acercó el rostro de mi esposa hacia el suyo en tanto le hablaba lascivamente. "¿Ves?" le preguntó mientras chupaba los dedos empapados de las secreciones que emanaba la vulva de mi mujer. "Yo puedo saciar mi sed bebiendo de ese manantial". Clara vibró como si hubiese recibido un golpe de tensión eléctrica al tiempo que largaba un suspiro.
Federico: "Relatame que te pasó, guacha".
Clara, sin pudores: "Que me hiciste acabar como una yegua, guacho"
Federico, teniendole la cabeza, le hunde los dedos otra vez y empieza el juego del mete-saca: "Me vas a contestar todas las preguntas que eludiste, guacha ¿ok?"
Clara, cada vez más suelta, le pide que le libere la nuca unos segundos y se saca mi bata pero antes de tirarla por ahi, se seca bien la concha. "Preguntá Fede de 18 años".
Federico, sin dejar de pajearla: "Aquél Fede de 10 años ¿te caía mejor que este Fede de 18 años?"
Clara, caliente y drogada.... con la voz entrecortada: "Con este Fede de 18 puedo jugar a juegos que me interesan, que me están gustando. A aquél... a aquel Fede lo cuidaba como una mamá". Ni bien dijo eso, mi mujer echó su cuerpo hacia atrás, apoyando su espalda en el respaldo de la silla y arqueando su columna lo que la dejaba abierta de piernas a merced de Federico.
"Clara" le dijo Federico llamando su atención, mientras ya eran 3 los dedos que la pajeaban. "Quiero que te acuerdes de cuando yo tenía 10 años y te pedía la leche pero ahora me la pedís vos. ¿Querés mi leche?"
Clara: "Si. Lo pienso y tiemblo ¿Pero en dónde querés dejarme tu semen?"
Federico, sin parar, consiguiendo un 3er orgasmo que mi mujer no disimuló, lanzando un gemido de placer le pregunta: "¿Vos dónde la querés?"
Clara: "Ufff... basta, loco... hijo de putas.... me estás matando con estas pajas... ahhh.... ahhhh.... ¿cómo me calentás tanto?"
Federico, sin ceder: "Clara. Te pregunté donde querés la leche. El Fede de 18 quiere hacer una devolución de las atenciones que recibió el de 10"
Clara, visiblemente confundida hace un conteo mental de sus poquísimas experiencias. "En la concha la sentí solo una vez, cuando con Luis queríamos tener un hijo. Quedé embarazada enseguida y nunca más dejé que me haga el amor sin protección. Nunca la probé ya que solo se la chupé una vez, casi por obligación. El culo está intacto. Asi que...." Clara se frenó y largó un gemido, un suspiro y un "Fede, sos un hijo de putas... que manera de acabar".
Yo seguía viendo y escuchando todo. Mi tímida y recatada mujer le confesaba al pendejo que se propasó con ella el nulo sexo y las insulsas experiencias que tuvimos como esposos, cuando segundos antes le gritaba caliente a Federico como jamás la vi, halagando su cualidad de ponerla recaliente como haría un supermacho.
Clara, sin oponerse, pero jugando a "me hago la difícil" le reprocha: "¿Y mi copa de vino para mojar mi boca seca, Fede de 18 años?". El guacho no se demoró: le metió dos dedos en la concha, que ingresaron sin problemas dado que mi esposa estaba completamente empapada. La pajeó un poco. Clara trataba de no mostrarse caliente, reprimía gemidos, se mordía los labios pero los dedos... seguian ahi. Fede los sacó y tomándola nuevamente de la nuca acercó el rostro de mi esposa hacia el suyo en tanto le hablaba lascivamente. "¿Ves?" le preguntó mientras chupaba los dedos empapados de las secreciones que emanaba la vulva de mi mujer. "Yo puedo saciar mi sed bebiendo de ese manantial". Clara vibró como si hubiese recibido un golpe de tensión eléctrica al tiempo que largaba un suspiro.
Federico: "Relatame que te pasó, guacha".
Clara, sin pudores: "Que me hiciste acabar como una yegua, guacho"
Federico, teniendole la cabeza, le hunde los dedos otra vez y empieza el juego del mete-saca: "Me vas a contestar todas las preguntas que eludiste, guacha ¿ok?"
Clara, cada vez más suelta, le pide que le libere la nuca unos segundos y se saca mi bata pero antes de tirarla por ahi, se seca bien la concha. "Preguntá Fede de 18 años".
Federico, sin dejar de pajearla: "Aquél Fede de 10 años ¿te caía mejor que este Fede de 18 años?"
Clara, caliente y drogada.... con la voz entrecortada: "Con este Fede de 18 puedo jugar a juegos que me interesan, que me están gustando. A aquél... a aquel Fede lo cuidaba como una mamá". Ni bien dijo eso, mi mujer echó su cuerpo hacia atrás, apoyando su espalda en el respaldo de la silla y arqueando su columna lo que la dejaba abierta de piernas a merced de Federico.
"Clara" le dijo Federico llamando su atención, mientras ya eran 3 los dedos que la pajeaban. "Quiero que te acuerdes de cuando yo tenía 10 años y te pedía la leche pero ahora me la pedís vos. ¿Querés mi leche?"
Clara: "Si. Lo pienso y tiemblo ¿Pero en dónde querés dejarme tu semen?"
Federico, sin parar, consiguiendo un 3er orgasmo que mi mujer no disimuló, lanzando un gemido de placer le pregunta: "¿Vos dónde la querés?"
Clara: "Ufff... basta, loco... hijo de putas.... me estás matando con estas pajas... ahhh.... ahhhh.... ¿cómo me calentás tanto?"
Federico, sin ceder: "Clara. Te pregunté donde querés la leche. El Fede de 18 quiere hacer una devolución de las atenciones que recibió el de 10"
Clara, visiblemente confundida hace un conteo mental de sus poquísimas experiencias. "En la concha la sentí solo una vez, cuando con Luis queríamos tener un hijo. Quedé embarazada enseguida y nunca más dejé que me haga el amor sin protección. Nunca la probé ya que solo se la chupé una vez, casi por obligación. El culo está intacto. Asi que...." Clara se frenó y largó un gemido, un suspiro y un "Fede, sos un hijo de putas... que manera de acabar".
Yo seguía viendo y escuchando todo. Mi tímida y recatada mujer le confesaba al pendejo que se propasó con ella el nulo sexo y las insulsas experiencias que tuvimos como esposos, cuando segundos antes le gritaba caliente a Federico como jamás la vi, halagando su cualidad de ponerla recaliente como haría un supermacho.
Federico aprovecha: "Debés tener la boca reseca, porque todo lo líquido de tu cuerpo esta en un solo lugar. ¿Te sirvo otra copa?"
Clara: "Si, por favor. Pero cuando vuelvas, segui pajeándome. No se que revoltijo de pensamientos ruedan por mi mente, pero te confieso algo... me siento reputa. Y me encanta". Federico la tomó firmemente de la nuca empujó su cara hacia la de él y ambos se dieron un largo, húmedo, caliente y sucio beso.
Mientras preparaba el vino pensó como actuaba ella cuando el la sujetaba de la nuca: Clara se volvía sumisa como que reconocía que esa era la manera que tenía él para demostrarle su poder.
Federico tiró el último montoncito de polvo dentro del vino de mi mujer y sacó cuentas. "Cada bolsa tiene 2 gr. De la que quedó en la cajita, en la mesa del comedor, debo haber usado medio gr. Y en esta, ya no queda nada. Clara había consumido 2 gr 1/2 de merca. Está regalada, mal. Salió perfecta la idea".
Antes de volver al comedor Fede se quita la musculosa y la deja en la cocina y asi en cuero regresa a mi esposa con las dos copas. Le da a Clara la que le preparó y como ella no evita quedarse apreciando su musculoso cuerpo mientras da un trago mediano y lento, Federico se queda en pose parado delante de mi infiel pareja.
Federico: "Ya te agradecí el collar ¿no es asi?".
Clara, liberada mal: "Si, perro. Te queda pintado".
Federico, sin esperar más se para sacándose con dificultad el jean ajustadísimo para mostrarle que él también estaba de estreno. El boxer que mi esposa había elegido le remarcaba su larga pija. "¿El boxer también me queda pintado?"
Clara, si titubear, se detuvo en su verga la que dentro del calzoncillo apretado se asemejaba a un ofidio buscando un hueco por donde escaparse.
Federico, notando que mi mujer no le quitaba los ojos a su pija le recuerda arrodillándose de nuevo: "¿Vos sos la chica que hace un ratito me pidió que la siga pajeando, no?"
Clara sonrió, mientras disfrutaba sorbo a sorbo ese vino aprócrifo desconociendo que cada copa que bebió contenía al menos medio gramo de cocaina sustancia que en el area sexual te libera venciendo temores, vergüenza, la mirada de los otros, después se paró sobre la silla exhibiendo ante Federico -y ante mi, gracias a las cámaras- su cuerpo bestial. Ambos se estaban exhibiendo ante el otro. Hizo como que bailaba en un bar con caños, giró, se sentó en la mesa -todo sin dejar su bebida- y en una demostración total de que la merca la había puesto puta le dice a Federico: "¿Viste la hora?". Él se asoma hacia famoso reloj redondo que cuelga en una pared de la cocina. "23.53" responde. "En 7 minutos termina tu cumpleaños, Fede de 18 años". "¡Es verdad!" asiente asombrado dando paso ahi mismo a que mi esposa se reciba de puta. "Vos soñabas y deseabas un regalo preciso para hoy. Lo tenés acá, con la mente libre, el cuerpo deseoso, la sangre viajando a 200 km por hora ¿qué pasa que no lo agarrás de la góndola y te lo robás? No quiero pensar que el Fede de 18 no se anima a hacer suyo lo que legalmente es de otro".
¡Dios mpio! Mi pacata, tímida, asexuada, timorata esposa se le estaba regalando literalmente y encima me metió a mi en el combo, ya que sin decirlo estaba afirmando mi nuevo papel de cornudo.
¡Dios mpio! Mi pacata, tímida, asexuada, timorata esposa se le estaba regalando literalmente y encima me metió a mi en el combo, ya que sin decirlo estaba afirmando mi nuevo papel de cornudo.
Federico la empujó hasta que Clara quedó acostada en la mesa del comedor con las piernas colgando. Velozmente le corrió la diminuta tanga y cuando se quita el boxer mi esposa le grita; "Meteme esa tremenda poronga ya mismo que por un lado me estoy muriendo de ganas y por otro, se termina tu cumpleaños. Veni, guacho lindo, perverso, que sabe cómo hacer calentar a una mujer transformando a una esposa aburrida en una tremenda puta."
Mientras le hundía la verga en la concha -ni le preguntó si queria con o sin forro: a Clara no hay que darle a elegir- el otrora pendejito de 10 añitos finalmente se estaba garchando a mi esposa con ganas, fuerza, cada vez que le entraba la chota, hacía que ella doblara su columna. Parecía un puente sobre un rio y la vi arquearse tanto que puedo asegurar que pasaba un barco tranquilamente. Clara empezó a temblar en otro de sus orgasmos y mientras gemia y Federico le quitaba el corpiño para comerle las tetas mi esposa utilizaba un léxico que jamás le había oido expresar y de vez en cuando se acordaba de mi y mis fracasos en mis intentos de volverla puta. "Meteme ese pedazo de carne hasta perforarme el cerebro, guacho" ó "Siempre quise ser una puta, ahora que me siento una... quiero ser TU puta, Fede" ó "¿Querés que coja con mi esposo? ¿Que le muestre al cornudo todo lo que me enseñaste? ¿O tengo prohibido el sexo con el guampudo de Luis?". El petulante borrego no se quedó atrás y su indicación fue: "Vamos a ver, princesa" sin dejar de bombear. "Me parece que se merece esperar el tiempo que me voy a tomar para disfrutarte yo ¿que decís?". Si no fuera por lo caliente que me encontraba mientras me hacía la enésima paja escuchar de mi amada Clara "Si. El cornudo va a tener que aguantarse" Gimiendo y suspirando aclara socarronamente "Y tal vez va a necesitar hacer un curso". Otra vez rieron a dúo. Federico y mi propia esposa me estaban denigrando, menoscabando mi hombría sin piedad.
En un momento Federico abre la cajita y sin que mi extasiada mujer lo notara esconde la merca en la palma de su mano cerrando el puño. Acto seguido sin sacarle su poronga que debía medir 25 cm la levanta por las axilas, ella enrolla la cintura de él con sus piernas y van... rumbo a la cama, abotonados y a los besos...
Federico, sin dejar de besarla en la boca, el cuello, los hombros, las tetas, caminando con mi esposa colgando de él, pegados piel con piel, sujetados ambos por la verga del borrego dentro de la concha de mi mujer, le anticipa, con su impudicia característica: "Vas a volar más aun, bebé." Yo, siguiendo todo desde un hotelucho gracias a las cámaras que instalé, era el espectador menos pensado corroborando como el machito alfa había logrado su cometido, lo que me venía asegurando. Mi mujer era su puta, complaciente y él, aprovechando su estado de sumisión iba por todo. Estaba a punto de iniciarla en la merca, directamente. La foto que se me apareció en la cabeza, de Clara aspirando lineas de cocaína hizo que ya mi escasa leche saltara de mi pija...
En un momento Federico abre la cajita y sin que mi extasiada mujer lo notara esconde la merca en la palma de su mano cerrando el puño. Acto seguido sin sacarle su poronga que debía medir 25 cm la levanta por las axilas, ella enrolla la cintura de él con sus piernas y van... rumbo a la cama, abotonados y a los besos...
Federico, sin dejar de besarla en la boca, el cuello, los hombros, las tetas, caminando con mi esposa colgando de él, pegados piel con piel, sujetados ambos por la verga del borrego dentro de la concha de mi mujer, le anticipa, con su impudicia característica: "Vas a volar más aun, bebé." Yo, siguiendo todo desde un hotelucho gracias a las cámaras que instalé, era el espectador menos pensado corroborando como el machito alfa había logrado su cometido, lo que me venía asegurando. Mi mujer era su puta, complaciente y él, aprovechando su estado de sumisión iba por todo. Estaba a punto de iniciarla en la merca, directamente. La foto que se me apareció en la cabeza, de Clara aspirando lineas de cocaína hizo que ya mi escasa leche saltara de mi pija...
.. mirá que sigue....
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