La Casa (pt 4).

Mica
Cata y yo caminamos unos cuantos minutos hasta divisar nuestro nuevo hogar. No había notado que nos habíamos alejado tanto.
Un par de veces tuve que atajarla porque con lo borracha que estaba, estuvo a punto de ir de cara al piso. En ese paraje que empezábamos a descubrir, las calles eran de tierra, con piedras aqui y allá, el piso muy desparejo. En el tercer amague de caida, aproveché y la sostuve tomando sus hermosas y jóvenes tetas y mi hija, lejos de rechazarme, se animó a continuar aquel beso que en su momento la sorprendió al punto de no corresponderme.
Estaba a la vista que Catalina tenía la tanga empapada, sin saber aun porque en derredor de la casona que ahora habitábamos flotaba un pesado aroma a sexo. Carmilla me lo reveló, yo ya estaba hasta la concha con ella, pero en un par de horas a mi hija mayor se le armaría el rompecabezas.

Cata
Llegamos con mamá, borrachas, excitadas. No me reconocía a mi misma y tampoco veía en mi madre algo similar a lo que compartimos en mis 18 años. La veía como una mujer, más aun: como un cuerpo sexual, la estaba deseando y me potenciaba notar que a ella le sucedía lo mismo.
Me fastidió entrar a nuestra nueva casa y ver a Ludmila. Estaba sentada en el sillón tomando un café con leche y mirando algo en la aplicación de YouTube en el smart gigante que había en el comedor. "¡Ufa!" pensé "quiero estar con mami, las dos solas".

Ludmila
"¡Al fin! ¿Vieron que hora es, perdidas? Hace como 8 horas que salieron a caminar ¿hasta donde fueron? ¿Que hicieron?". Las miré a ambas. A una, a la otra, asi varias veces. Esas dos mujeres, mi madre Micaela y mi hermana mayor, Catalina, se veían distintas, sus caras expresaban gestos raros, sus ojos brillaban más de lo común. No sabría como explicarlo, quizás por mi edad aun no tenga forma de denominarlas, pero, para decirlo con algo que podía conocer... actuaban como cuando en alguna película... va a ocurrir algo entre un hombre y una mujer, la cual se ve... asi, como deseando algo.... y ahi es cuando mi mamá no quiere que vea la escena siguiente.
"¿Me van a hablar o yo ya no existo? Me dejaron sola desde que terminamos de almorzar y miren la hora ¡22.15! Mami ¿que pasó?"

Mica
"Tranquila, amor, tranquila" balbuceé tratando de parecer normal. "Este lugar está lleno de caminos que se cruzan y todos terminan en bosques. Medio que nos perdimos, realmente todo lo que rodea a esta casa es inmenso y está por descubrirse". Trataba de que Lud sienta que empatizaba con su mezcla de rabieta y miedo ya que nunca en sus 14 años la dejamos sola tantas horas y ni le avisamos que ibamos a hacer y por donde andaríamos.
En ese momento la fiebre me distrajo en principio, por lo sorpresiva, intensa y excitante pero además, yo sabía que este sentimiento solo representaba una cosa: Carmille estaba cerca. La olía, su piel de hembra aparecería en breve. ¿Que hago? ¿Carmille se mostrará delante de mis dos hijas? No creo que se anime a semejante exposición. 
Sorpresivamente -o no tanto- Lud se paró, bostezó y nos dijo a Cata y a mi "Tengo sueño, me voy a dormir" y velozmente, aunque se la veía como en trance, subió las escaleras rumbo a su cuarto. Sin dudas, Carmille había actuado sobre ella, pues minutos antes estaba hecha una furia contra su hermana y contra mi y de pronto... el letargo.


Cata
"Mica" le dije, evitando llamarla "mamá", porque me la iba a secar. "¿Por qué presiento que algo rico y único va a pasar?". La que fue mi madre sonrió lascivamente y entre sus labios se  percibían dos colmillos puntiagudos. Temor. Ansiedad. Morbo. Expectativa. "¿Querés verte como se ve tu madre, Catalina?". Una voz femenina, amenazante e hipnótica sonó en mi cabeza y en un instante tanto Micaela como yo estábamos completamente desnudas. 
Era la primera vez que una hembra me enchastraba la concha y justo había sido mi progenitora. Y hablo en pasado porque ese animal no era mi madre. Mica con su aroma a loba, su cuerpo deseoso, su rostro de puta y su cuerpo sudado esperaba la orden.
Mientras me afiebraba de celo, un voraz apetito de sexo me quemaba. Y ahi sentí como Camille se me presentaba: clavándome sus colmillos en mi carótida produciendome un orgasmo indescriptible... dolor y placer. Sadismo y masoquismo. Si. Quería ser como Micaela: puta, caliente, oliendo a loba salvaje.
Carmille soltó mi cuello, me giró y ahi la vi. Si ella era la culpable del cambio de mi madre decidí, sin pensarlo, que sería de ella, su sierva, complaciente...

Mica
Y la noche recién comenzaba...



Continuará.... por supuesto.

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