La conversión de Mariana (pt 3).

   
Lo que ocurrió la noche siguiente fue tal cual lo planeó su dueño, Dario. No nos vamos a extender en las horas previas, durante el trabajo. Pero si debemos puntualizar algo: Mariana no sintió tanto temor o cuidado y mucho menos perseguida. Empezaba a darse cuenta que esta vida paralela se transformaba, no tan lentamente, en algo casi natural: mientras su macho tuviera las riendas, ella no temía ni dudaba.
Y es asi que tras la oficina, cruzaron la calle separados y sin saber cómo Mariana se encontró en el departamento de un extraño, Santino, desnuda, merqueada, caliente y entregada ya no solo a su macho. El chico de la imprenta de enfrente a la oficina la estaba disfrutando y colmando sus deseos más sucios, bombeandole su hermosa concha húmeda y rosada, abriendole sus delgadas y largas piernas. Asi: tan abierta que la definición de sometida era perfecta mientras su amante y dueño le ponia, muy dulcemente, el pene en sus labios.
Mariana era una mujer exhuberante pero no acostumbraba a exhibirse y aun asi, con ropa y modos nada seductores ni provocativos, Santino y Darío habían descubierto que en ella habitaba un volcán que solo necesitaba una pequeña flama para transformarse. Y además, claro: le tenían ganas hacia rato.
Se vió sexual, gozosa y complaciente. Puta, adúltera, libre… a pesar de que sabía y aceptaba el dominio de su compañero de trabajo.
La suma de todas estas reflexiones elevó aun más su estado de embriaguez el que creció aun más cuando notó que Santino no era tan bueno en el sexo como Darío. Descubrir esta verdad no hizo más que acentuar su entrega y sumisión: Darío le había arrebatado el mando a Luciano, su pareja y aunque ella en su afán de saciarlo y obedecerlo, tuviera otros amantes, nadie la cogía como él.
A los pocos minutos, Santino acabó y quedó tendido en la alfombra, casi somnoliento. Darío armó 4 lineas gruesas y Mariana no esperó su ofrecimiento: estiró sus dos manos, tomo el tubo y el plato y tomó una por la fosa nasal izquierda y otra por la derecha experimentando un real goce morboso, sexual, desfachatado. “Ahhhhh” exclamó sin pudor e inhaló con fuerza para que la merca entre en su cuerpo, en sus venas, en su carne…
Darío se acercó, se sentó a su lado, en el piso, tomó la pequeña bandejilla, la miró, profundamente… como se miran las personas que se encuentran y antes de jalar, pegó sus labios a los de ella y le susurró “te amo”. Mariana se estremeció, le respondió con un “y yo te amo a vos” y por un momento, temió haber llegado demasiado lejos. Y asi estaba cuando sintió las dos aspiradas, seguras, decididas y entendió que toda esa mezcla de promiscuidad e intensidad había llegado a ella para quedarse.

Era más tarde que los días anteriores, cuando subieron al auto de Darío rumbo a la casa que ella compartía con el ahora incauto Luciano. Miró su celular: ¡eran casi las 23.30! ¡Hacia dos horas y media que se había retirado de su trabajo! ¿Qué excusa le pondría a su pareja? Empezó a turbarse. No estaba acostumbrada a mentir, no formaba parte de su naturaleza actuar para inventar un accidente o una tragedia que le sirva de excusa. Estaba convencida de que Luciano, esta vez, iba a sospechar y al interrogarla se iba a dar cuenta de que Mariana ocultaba que ya no era su leal y fiel pareja.
Mientras llegaban, Darío volteó su cabeza y al mirarla notó que su amante estaba incómoda y bastante asustada. Intentó calmarla con un sorpresivo beso tan rico y largo que ella comprobó como se rendía a él que la abrazó deslizandole con un susurro: “Tranquila, amor. Quizás tu pareja esté durmiendo”. Ella sintió una energía rara, perturbadora. Lo miró fijo buscando descubrir una hendija en algun gesto de su cara, pero no. Darío insistió: “Bajá sin hacer ruido y si no hay peligro, por favor, mandame un whats app como hacen los socios leales y compinches. ¿Te parece?”. “Si”, asintió Mariana casi robóticamente, pues Darío le brindaba una seguridad total que hacia que ella lo sintiera irresistible y protector.
Se bajaron ambos, ya sin secretos ni ocultamientos en escondrijos y apoyados en el vehículo del macho que la sometia se besaron sin pudor, como lo hacen dos novios calientes y enamorados, casi a la vista de todo el mundo. Si: el mundo de Mariana y Luciano. Darío le extendió una tarjeta. “Ahí está mi numero. Va a estar todo bien” y partió.
Asi fue que al llegar al departamento, ella entró despacio, sigilosamente, asi como Darío le habia dicho para evitar ruidos delatadores: “Las 23.45, ya” pensó… no iba a poder balbucear ni una sola excusa creíble… Atravesó algunos metros sin los tacos puestos y al llegar al comedor, respiró aliviada cuando lo vió: ahí estaba Luciano, profundamente dormido, acostado en el sillón del living, con el equipo de audio prendido, un libro caido en el suelo y una copa de vino completamente vacía.
Mariana suspiró y para evitar cualquier ruido que lo despierte se metió en el baño del piso superior, abrió su cartera buscando su celular y asi cumplir con el pedido de Darío de enviarle un mensaje tranquilizador y al meter la mano tanteando por su teléfono sus dedos descubrieron que, otra vez, sin avisarle, como una rebelde sorpresa, su amante le había provisto de una abundante y rica bolsa. Entre la constante excitación que le producía toda esa nueva vida, saber que su nuevo macho tenía el mando y que disponía sobre los actos y las decisiones de ella, sumado a la adrenalina que le hervía el cuerpo por llegar de trampa a su casa, toda cogida por otro macho y encontrar a su pareja tan dormido creando una escena completamente favorable… se envalentonó. Abrió la bolsa, armó 4 lineas gordas sobre la mochila del inodoro grabandose un video en el que tomaba una raya gorda mientras miraba a la cámara y moqueando, drogada y caliente decía “Hola, amor. Acá todo como vos anticipaste. Estoy caliente y soy tuya”. Apretó “enviar” y mientras el video viajaba hacia su hombre, otra vez, la inundó la sensación total y satisfactoria de que Darío la había convertido en una puta infiel, una esposa calentona y sumisa a su amante situación que la posicionaba como una mujer completamente desleal a su pareja y si faltaba algún punto que sirviera para redondear la secuencia: la calentaba in extremis descubrirse tan merquera. Sin pensar, como una acción irracional pero que ya se tornaba natural tomó su celular, miró el blanco polvo que esperaba en esa superficie aporcelanada y acto seguido se volvia a grabar tomando la 2da raya de cocaina en su baño.
Intentando tomarse un respiro ante tanta intensidad se sentó en el water con la bombacha baja y fue ahí que sintió el aroma característico. Mariana olía a sexo, a hembra en celo, a puta, a infiel. Todo ese remolino la desbordó y en semejante renacer de la calentura que le avivaba esa tan novedosa e incontenible necesidad de sexo que casi vió materializarse la imagen de Darío, de su pija, creyó  escuchar su voz dominante que proponía esas morbosas y peligrosas propuestas diarias de las que ella no podía –ni quería- escapar. Recordó, sin culpas, al cornudo inocente de Luciano, quien, lejos de siquiera imaginar lo que estaba haciendo su pareja a sus espaldas se encontraba completamente dormido y se extrañó notar que esa escena la excitaba de manera casi enferma. Necesitaba pajearse ya mismo. Colocó su teléfono sobre el borde del pediluvio para tener todos sus dedos libres, apretó el botón de grabación y registró un video largo y extremo en el que no solo se masturbaba, también, con la mano libre se sostenía en la mochila del retrete y metía en sus fosas deseosas, de a una, las 2 lineas gordas que aun esperaban por ella…
Acabó caliente, sucia y agotada, pero tan plena como nunca antes en su cuerpo, mente, piel, sexo, fluidos. Envió el video y se duchó rápidamente. Sin despertar a Luciano, quien roncaba en el living como si estuviese narcotizado (¿lo estaría?), se deslizó en su cama intentando conciliar el sueño en ese estado de excitación, ansiedad, re manija, pero tan agotada que de a poco fue perdiendo el conocimiento.
El despertador sonó a la hora de siempre, al ver que su pareja no estaba en la cama, a su lado, Mariana pegó un salto y se levantó con los nervios alertas. ¿Cómo sería el encuentro con Luciano esa mañana? ¿Cómo se explicarían, el uno al otro las causas de ese desencuentro nada habitual en ellos? Su pareja, dormido como si fuera la última vez y ella, llegando a deshora, entrando a la casa de ambos casi como un ladrón que con su sigilo intenta que nadie note su presencia. Pero Luciano no estaba y sobre la mesa vió una nota, de él. “Amor, perdón por anoche! Caí desmayado y no escuché tu llegada. Menos mal que desperté con tiempo para bañarme, desayunar rápido y correr para una entrevista que tengo pautada por la mañana. Luego te mando un mensaje. Te amo. Y te vuelvo a pedir perdón!!!”…
Suspiró aliviada ya que quién solicitaba una disculpa, era precisamente la victima de todo ese asunto eximiéndola asi de tener que darle explicaciones que no tenía.
Pero aun asi, en ese estado de tremendo alivio, un pequeño escalofrío recorrió su espalda. Por más que las disculpas de Luciano le daban algo de aire a su turbulento presente, sabía que era ella quien estaba en falta, era ella la desleal, la traidora, casi se sintió una delincuente, tanto que el remordimiento que la invadió la puso en su sitio. “Mariana”, se dijo con la mente, “hace 3 noches que cojés como una puta… no! ¿qué digo “como una puta”? ¡sos una puta, una completa y cachonda ramera! a la que un tipo que casi ni conocés la somete como él quiere y para peor no solo te ves como violentada sino que ese es tu deseo más íntimo, sucio, morboso: complacerlo en todo, que haga lo que quiera con vos, aun a riesgo de perder tu pareja que hasta tres dias atrás era un ejemplo de lealtad con códigos claros que se venían respetando”. Todo eso pensó y reconocerse entregada a un tercero le generó una doble postura. Se miró al espejo y se dijo “si, me siento culpable, cagadora, puta, calentona, infiel como la que más y eso es una mierda pero ¿Por qué pensarlo y admitirlo me tortura pero a la vez me excita tanto? ¡Estoy toda mojada! Me asumo traidora e hija de putas con Luciano pero a la vez, me enloquece sumergirme a los deseos de Darío.” Se visitió rápido, se le hacía tarde y tenía que ir a su trabajo. A esa oficina que dias atrás parecía aburrida y rutinaria, pero que ahora sabía que ahí, en su trabajo moraba el diablo; ese demonio que la enloquecía, que la dominaba a su antojo, que lograba de ella los actos más sucios y calientes. Y sin ninguna duda, Mariana no pensaba rehusarse en lo más mínimo. Mientras se calzaba recordó “aquello” que tenía escondido en la cartera y transformando su rostro cual adolescente que está por cometer una travesura, por primera vez, de mañana y a poco de empezar a trabajar, se paró frente al espejo del baño para descubrir como se veia ella cuando tomaba. Sacó su DNI y usando una de sus esquinas como una pequeña cuchara, sacó un gran puñado de merca y mirandose en el reflejo pegó una aspirada. Fue revelador y excitante siendo voyeur de ella misma, revoleando su cabeza y pegando una re-esnifada cuando el polvo ingreso lascivo en su agujero nasal. Sin dudas el nuevo vínculo de Mariana con la cocaina contenía un fuerte y marcado sentido morboso y sexual. Literalmente: se sintió cogida por esa sustancia tan rica y observar minuciosamente todos los gestos y movimientos que realizaba cuando sentía entrar a la nieve en ella, la excitó. Todo su mundo se había transformado y giraba en torno al sexo, la cocaina y la infidelidad, la trampa, con todos los componentes que podían habitar en cada uno de esos  ítems, que ahora eran vitales para su dia a dia. Mientras esa primera snifada comenzaba a manosearla por dentro, se miró nuevamente al espejo y se gustó mucho. Nunca se había descubierto tan segura, fuerte, plantada y desprejuiciada. Sobre todo, asi, sin temores, audaz. Miró el reloj del celular: en 20 minutos tenía que entrar al trabajo y sabía que la distancia de su casa a la oficina la obligaba a salir 45 minutos antes. Era tarde. Muy tarde. “¿Y?” se dijo. Tomó su DNI, rascó otro poco de la bolsa y sin dejar de mirarse jaló por segunda vez. ¿Qué le estaba pasando? No sabía explicarlo, pero era fantástico.


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